1. San Ireneo de Lyon (siglo II) – Adversus Haereses, III, 3, 3
Ireneo, escribiendo hacia el año 180, ofrece la lista de los obispos de Roma desde Pedro hasta su tiempo:
“Después de los bienaventurados apóstoles, Lino fue instituido como obispo de la Iglesia de Roma; a él le sucedió Anacleto; después de éste, en tercer lugar, de los Apóstoles, recibió el episcopado Clemente; a Clemente le sucedió Evaristo; a Evaristo, Alejandro…”
Importancia apologética: Este texto es crucial, porque muestra que menos de un siglo después de Pedro ya existía una clara conciencia de sucesión apostólica, y que Evaristo no fue una figura inventada, sino un eslabón histórico reconocido en la memoria viva de la Iglesia.
2. Eusebio de Cesarea (siglo IV) – Historia Eclesiástica, III, 34
Eusebio confirma y amplía la cronología:
“Después de Clemente, el quinto en la sucesión desde los Apóstoles fue Evaristo, que asumió el episcopado en el año duodécimo del imperio de Domiciano [aprox. 97 d.C.].”
Importancia apologética: Eusebio da una fecha concreta y enlaza el pontificado con el contexto del Imperio Romano. Esto permite situar históricamente a Evaristo en el tiempo de Domiciano y Trajano, fortaleciendo la historicidad de la sucesión.
3. El Liber Pontificalis (siglo VI, aunque basado en fuentes antiguas)
Sobre San Evaristo señala:
“Evaristus, griego de nacimiento, del barrio de Belén, gobernó la Iglesia nueve años, tres meses y dos días; ordenó presbíteros, estableció siete diáconos para asistir al obispo en su predicación y en la organización de las iglesias de Roma. Fue mártir, sepultado junto al cuerpo del bienaventurado Pedro en el Vaticano, el 27 de octubre.”
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Importancia apologética: Aunque este texto es posterior y mezcla tradición con datos históricos, muestra cómo la memoria de la Iglesia transmitió de generación en generación no solo la existencia de Evaristo, sino también su papel en la organización jerárquica.
4. Reflexión final
•La triple confirmación de Ireneo (siglo II), Eusebio (siglo IV) y el Liber Pontificalis (siglo VI) constituye una cadena de testimonios históricos que garantizan que San Evaristo fue efectivamente sucesor de Pedro y que su pontificado fue clave en la consolidación jerárquica de la Iglesia.
•Para la apologética, este anexo es una respuesta sólida a quienes afirman que la sucesión papal es un invento tardío. Los Padres dan fe de una continuidad documentada desde los Apóstoles.