Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM en el que recorremos juntos la historia de la sucesión apostólica desde San Pedro hasta los primeros Papas, mostrando cómo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha mantenido fielmente el depósito de la fe.
Hoy nos detenemos en el Papa 41: San Zósimo (417–418 d.C.), donde continuaremos con la controversia pelagiana y cómo su pontificado mostró la tensión entre Roma, África y Oriente
El año es 417 d.C.. Tras la muerte de Inocencio I, es elegido Papa San Zósimo, cuyo pontificado durará apenas veinte meses. Aunque breve, su tiempo en la sede de Pedro estuvo marcado por una de las controversias teológicas más intensas de la Antigüedad: el pelagianismo.
Como sucesor de Pedro, Zósimo recibió apelaciones de diversas partes, especialmente de Pelagio y Celestio, que buscaban ser rehabilitados. Inicialmente, se mostró dispuesto a escuchar sus argumentos y pidió a los obispos africanos reconsiderar el caso.
El pontificado de Zósimo recuerda que el Papa es hombre y pastor, no un oráculo infalible en cada juicio preliminar. Sus dudas iniciales muestran el peso de la prudencia pastoral, pero su decisión final confirma la función esencial del papado: ratificar la fe apostólica frente a herejías.
La historia del pelagianismo bajo Zósimo nos enseña que la sucesión petrina no elimina las debilidades humanas, pero garantiza que la Iglesia no se desvíe de la fe recibida.
Aunque breve y conflictivo, el pontificado de San Zósimo reafirmó la victoria de la doctrina de la gracia defendida por San Agustín y confirmada por Roma. La sucesión de Pedro brilló una vez más como signo de unidad y garante de la verdad.