Cada peregrino que se pone en marcha hacia Santiago lo hace movido por una llamada interior. No siempre sabe de dónde viene ni adónde le conduce, pero en su corazón hay un anhelo profundo: reencontrarse con lo esencial, hallar un sentido más pleno a la vida, o simplemente descansar en Dios. El Camino Portugués, que atraviesa el umbral entre Portugal y Galicia, es más que una ruta física: es un símbolo del tránsito del alma. Desde la frontera invisible del Miño, el peregrino deja atrás lo conocido y se adentra en un paisaje de silencio, historia y oración que le irá transformando paso a paso. Aquí, cada piedra del sendero, cada puente, cada aldea y cada encuentro se convierte en un signo. La tierra gallega, húmeda y acogedora, parece susurrar al corazón cansado: “Bienvenido. Este es tu tiempo de volver a Ti.”