Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM en el que recorremos juntos la historia de la sucesión apostólica desde San Pedro hasta los primeros Papas, mostrando cómo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha mantenido fielmente el depósito de la fe.
Hoy nos detenemos con el Papa número 60: Pelagio I (555–561), sucesor directo de Vigilio, cuya figura es esencial para comprender la restauración de la comunión eclesial tras la Controversia de los Tres Capítulos.
Origen: Romano, hijo de un alto funcionario imperial llamado Juan.
Pontificado: Durante el reinado del emperador Justinian o I.
Muerte: 4 de marzo de 561, en Roma.
Sepultura: Basílica de San Pedro.
📍 1. Contexto histórico
El pontificado de Pelagio I se sitúa en el final de la gran crisis doctrinal del siglo VI:
la Controversia de los Tres Capítulos, iniciada bajo Justiniano y que había sumido a la Iglesia en una profunda división.
Cuando Vigilio murió en su viaje de regreso a Roma, Justiniano impulsó la elección de Pelagio, quien había sido diácono y legado pontificio en Constantinopla, y conocía bien los entresijos teológicos y políticos del conflicto.
Sin embargo, su nombramiento fue recibido con gran desconfianza en Occidente, donde muchos obispos lo consideraban demasiado cercano al emperador bizantino.
Roma se encontraba devastada por las guerras góticas, y la autoridad papal debía ahora reconstruir tanto la unidad doctrinal como la estructura material de la Iglesia.
⚖️ 2. Su relación con la controversia de los Tres Capítulos
Pelagio había participado en las discusiones del concilio de Constantinopla (553) y había apoyado la condena de los Tres Capítulos, convencido de que esta decisión no comprometía el dogma de Calcedonia.
Su elección como Papa fue vista, por tanto, como una continuidad del concilio, y esto le generó una oposición abierta en varias regiones occidentales, especialmente en el norte de Italia, en Dalmacia y en África, donde muchos obispos y comunidades se negaban a reconocerlo.
Para apaciguar estas tensiones, Pelagio emprendió una labor de reconciliación que combinó firmeza doctrinal con prudencia pastoral.
🕊️ 3. Defensa del Concilio de Calcedonia y de la Tradición apostólica
En sus cartas y decretos, Pelagio explicó que la condena de los Tres Capítulos no significaba rechazo del Concilio de Calcedonia, sino la defensa de la verdadera cristología calcedonense contra interpretaciones erróneas.
Afirmó que los autores condenados no fueron rehabilitados como personas infalibles, sino solo en lo que sus escritos no contradecían la fe.
📜 En su Epistola ad Episcopos Galliae et Italiae, declaró:
“Nadie puede dudar de que el Concilio de Calcedonia permanece íntegro;
pero también debemos condenar a quienes oscurecieron su pureza con doctrinas torcidas.”
De este modo, reafirmó los dos principios esenciales de la ortodoxia cristológica:
🏛️ 4. Reconstrucción de la autoridad papal y la unidad eclesial
El mayor reto de Pelagio fue restaurar la confianza en Roma.
Los obispos del norte de Italia, especialmente en Aquilea y Milán, rompieron la comunión con él, dando origen al llamado Cisma de Aquilea, que perduró casi un siglo.
Para afrontar esta crisis, Pelagio:
Aunque no logró una reunificación completa durante su vida, su pontificado marcó el inicio del proceso de reconciliación que culminaría bajo Gregorio Magno.
🕯️ 5. Reformas litúrgicas y caritativas
A pesar del clima de tensión doctrinal, Pelagio mostró un fuerte espíritu pastoral y reformador:
Su pontificado mostró que, aun en medio de la división, el servicio caritativo y la liturgia eran signos visibles de la comunión en Cristo.
✝️ 6. Muerte y legado
Pelagio I murió en 561, después de seis años de pontificado marcados por la controversia y la reconstrucción espiritual de Roma.
Fue sepultado en la basílica de San Pedro, junto a las tumbas de sus predecesores.
La Iglesia lo recuerda como un Papa prudente, teológicamente firme y pastoralmente compasivo, que supo mantener el equilibrio entre fidelidad doctrinal y unidad eclesial en un tiempo de fractura.
🌿 Síntesis teológico-espiritual
Pelagio I representa la figura del reconciliador:
un Papa que, tras una crisis doctrinal y política sin precedentes, eligió la vía de la razón teológica y la caridad pastoral para restaurar la comunión.
Su enseñanza principal puede resumirse así:
“La unidad de la Iglesia no se impone por decreto ni se mantiene por temor,
sino que se edifica en la verdad de Cristo y en el amor que une a los hermanos.”
El suyo fue un pontificado de transición, entre el peso imperial de Justiniano y la autonomía espiritual que el papado alcanzaría más tarde.
Gracias a él, Roma recuperó su voz como centro de la ortodoxia y de la misericordia, sentando las bases de la autoridad moral que caracterizaría al papado medieval.