Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM, donde recorremos la historia de los primeros Papas como custodios de la fe y de la sucesión apostólica.
Hoy nos detenemos en el Papa número 12: San Sotero (166–175 d.C.), sucesor de San Aniceto.
El pontificado de San Sotero transcurre aproximadamente entre los años 166 y 175 d.C., durante el reinado del emperador Marco Aurelio. Fue una época compleja:
San Sotero asumió el ministerio petrino en medio de este ambiente de hostilidad externa y confusión interna, y supo dar testimonio de la caridad y de la verdad.
San Sotero se destacó por su generosidad hacia los pobres, los huérfanos, las viudas y los perseguidos.
📌 Bajo su pontificado se fortaleció la costumbre de que la Iglesia de Roma ayudara a las demás Iglesias, prefigurando el papel posterior de la caridad papal universal.
San Sotero insistió en que el Obispo de Roma tenía la misión de confirmar a los hermanos en la fe, como sucesor de Pedro (Lc 22,32).
El pontificado de San Sotero nos muestra que la Iglesia, aun en medio de persecuciones y herejías, brillaba por dos realidades inseparables: la caridad concreta hacia los necesitados y la fidelidad doctrinal al Evangelio.
Así, Roma no era solo la sede de la doctrina, sino también la sede de la caridad.
San Sotero nos recuerda que la sucesión apostólica no es solo custodia de la verdad, sino también ejercicio de amor pastoral hacia toda la Iglesia.
📑 Anexo – Camino en la Sucesión: San Sotero (166–175 d.C.)
El obispo Dionisio de Corinto (mediados del siglo II) escribió a la comunidad de Roma, agradeciendo la generosidad de San Sotero:
“Desde el principio, vosotros, los romanos, habéis practicado esta costumbre de enviar ayuda a las diversas Iglesias. Conserváis esta tradición, que vuestros antepasados os transmitieron, de socorrer a los hermanos en necesidad, de sostener a los que están en las minas, y de enviar auxilios a los que sufren.”
(Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV, 23).
📌 Esto muestra que Roma no solo custodiaba la fe, sino que también sostenía material y espiritualmente a las demás Iglesias, manifestando la universalidad del amor cristiano.
San Sotero recordó que la Eucaristía es el sacramento de la unidad en la fe y el amor.
📖 San Pablo ya había advertido:
“Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor” (1 Cor 11,27).
San Sotero, en continuidad con San Aniceto y sus predecesores, insistió en que la comunión no podía desligarse de la conversión interior y exterior.
En una época de persecuciones, algunos cristianos negaban la fe para salvar la vida, y luego buscaban volver a la Iglesia.
📌 Este equilibrio fue clave:
Así, la Iglesia preservaba tanto la santidad del sacramento como la esperanza del pecador arrepentido.
El legado de San Sotero subraya una verdad central: la fe cristiana no es solo doctrina, sino vida.
De este modo, en la sucesión apostólica, Sotero encarna al Pastor que protege la fe, sana a los pecadores y alimenta con caridad al pueblo de Dios.