Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM, donde recorremos la historia de los primeros Papas como custodios de la fe y de la sucesión apostólica.
Hoy nos detenemos en el Papa número 16: San Calixto I (217–222 d.C.)
El pontificado de San Calixto I se desarrolló entre los años 217 y 222 d.C., bajo el emperador Heliogábalo y luego Alejandro Severo, en un clima menos hostil que el de persecuciones anteriores. Roma era un mosaico religioso: cultos paganos, filosofías helenísticas y comunidades cristianas que crecían, pero también se dividían por las tensiones doctrinales y disciplinares.
Calixto había sido diácono y colaborador cercano de San Ceferino. Conocía de primera mano las disputas sobre la Trinidad y las tensiones internas de la Iglesia de Roma.
San Calixto I pasó a la historia por su postura misericordiosa frente a los pecadores.
📖 Se apoyaba en las palabras de Jesús a Pedro:
“Todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt 16,19).
Y también en la parábola del hijo pródigo (Lc 15), que muestra al Padre recibiendo sin condiciones al hijo arrepentido.
Hipólito, un brillante teólogo romano, acusó a Calixto de ser demasiado indulgente y llegó incluso a autoproclamarse antipapa, fundando la primera gran cisma interna en la Iglesia de Roma.
👉 Aquí vemos cómo el primado de Pedro se ejercía ya como criterio último para mantener la unidad frente a divisiones internas.
San Calixto encarna la tensión entre justicia y misericordia. Su enseñanza fue clara:
San Calixto I nos recuerda que la Iglesia, en continuidad con Cristo, no cierra nunca las puertas del perdón.
En tiempos de división interna, afirmó con fuerza que la comunión eclesial y la misericordia son inseparables.
Su figura, aunque polémica en vida, resplandece hoy como un signo de que la sucesión apostólica no es solo defensa doctrinal, sino también garantía de misericordia y unidad en la Iglesia.