Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM en el que recorremos juntos la historia de la sucesión apostólica desde San Pedro hasta los primeros Papas, mostrando cómo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha mantenido fielmente el depósito de la fe.
Hoy nos detenemos en la figura del San Celestino I (422–432 d.C.)
San Celestino I guió a la Iglesia en un momento de grandes desafíos doctrinales y sociales. El Imperio Romano de Occidente atravesaba su decadencia, mientras los pueblos bárbaros avanzaban sobre sus territorios. En este clima de inestabilidad política y cultural, la Iglesia aparecía como único faro de unidad y verdad, y el Papa como garante de la sucesión apostólica.
El mayor desafío teológico del pontificado de Celestino fue la herejía de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien negaba que María pudiera ser llamada Theotokos (Madre de Dios), reduciendo a Cristo a una mera unión moral de divinidad y humanidad.
Este momento es clave en la historia del cristianismo porque muestra cómo el Papa de Roma, sucesor de Pedro, confirma la fe y custodia la doctrina frente a desviaciones.
Celestino también se preocupó por la vida interna de la Iglesia:
El pontificado de San Celestino I nos deja varias enseñanzas:
La figura de Celestino I nos invita hoy a reconocer que la fe no es una construcción humana, sino un don transmitido por los apóstoles y custodiado en la Iglesia. Cuando el mundo se fragmenta por ideologías o intereses, la sucesión apostólica nos asegura la continuidad en la verdad de Cristo.