Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM en el que recorremos juntos la historia de la sucesión apostólica desde San Pedro hasta los primeros Papas, mostrando cómo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha mantenido fielmente el depósito de la fe.
Hoy nos detenemos con el Papa 54: San Símaco (498–514) y su complejísimo pontificado marcado por el Cisma Laurentiano
- Contexto histórico
- San Símaco fue elegido Papa en el 498, pero inmediatamente se produjo un cisma: otro grupo de obispos eligió a Laurencio como antipapa, con apoyo del emperador de Oriente.
- Esta división, llamada Cisma Laurentiano, duró casi dos décadas y mostró hasta qué punto la elección papal era una cuestión no solo eclesial, sino también política.
- Roma quedó dividida en dos bandos, con basílicas ocupadas por unos u otros, y la autoridad de Símaco fue puesta constantemente en entredicho.
- Defensa del primado y la independencia de la Iglesia
- Símaco defendió con firmeza que el Papa, como sucesor de Pedro, no podía ser juzgado por ningún poder humano.
- Este principio fue proclamado en el Sínodo del Laterano (502), conocido como el Sínodo Palmario. Allí se ratificó que el Papa solo rinde cuentas a Dios, consolidando el principio de la independencia del primado romano frente al poder imperial y a los sínodos locales.
- Esta afirmación apologética fue un hito en la doctrina del primado petrino, preparando el terreno para desarrollos posteriores.
- Obras y legado pastoral
- A pesar del clima hostil, Símaco impulsó una gran actividad pastoral y caritativa:
- Restauró numerosas basílicas en Roma.
- Defendió la disciplina eclesial frente a presiones políticas.
- Reforzó el calendario litúrgico, fijando la celebración de la Pascua según la tradición romana, frente a intentos de imponer cálculos orientales.
- Dimensión apologética
- El caso de Símaco muestra que la sucesión apostólica no es simplemente un título honorífico, sino una misión que debe ejercerse incluso en medio de divisiones y oposiciones.
- Su pontificado se convierte en un testimonio de resistencia: aunque cuestionado, nunca cedió a la tentación de someter la autoridad de la Iglesia al poder político.
- La enseñanza fundamental es que el Papa, aun en la debilidad humana, encarna la continuidad de Pedro como garante de la unidad en la verdad.
📌 Conclusión:
El pontificado de San Símaco nos introduce en una de las crisis más largas del papado antiguo, pero también en un momento clave donde se fortaleció la comprensión de que el sucesor de Pedro no puede ser juzgado por hombres, afirmación que sería decisiva para la teología y el derecho canónico posterior.