Bienvenidos a este nuevo episodio de Camino en la Sucesión, un proyecto de CIVIC-ODM en el que recorremos juntos la historia de la sucesión apostólica desde San Pedro hasta los primeros Papas, mostrando cómo la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha mantenido fielmente el depósito de la fe.
Hoy nos detenemos con Papa 57: San Félix IV (526–530).
El pontificado de San Félix IV se sitúa en un momento de transición decisiva.
San Félix IV heredó una Iglesia que debía navegar entre el poder arriano de los godos y las presiones teológicas del Oriente bizantino.
Como sucesor de San Juan I, San Félix IV continuó la línea de los Papas defensores de la fe niceno-calcedoniana.
Su pontificado representa la estabilidad doctrinal en medio de un contexto político inestable, y el refuerzo del principio que ya había proclamado Hormisdas:
“Donde está Pedro, allí está la Iglesia.”
Félix IV fue elegido con la aprobación de Teodorico antes de su muerte, pero gobernó de manera autónoma, consolidando la autoridad espiritual de Roma por encima de los intereses del poder civil.
🏛️ a) Defensa de la ortodoxia calcedoniana
Félix IV reafirmó la enseñanza de los concilios de Nicea, Éfeso y Calcedonia frente a los restos de las controversias monofisitas.
⛪ b) Impulso litúrgico y patrimonial
📜 c) Continuidad institucional
San Félix IV es símbolo del paso de una Iglesia perseguida o dependiente del Imperio a una Iglesia que se erige como el alma espiritual de Europa.
En este sentido, el pontificado de Félix IV representa una consolidación de la identidad teológica y pastoral del papado como faro de unidad en la cristiandad naciente.
📖 Palabras inspiradoras:
“Cristo es el verdadero templo donde Dios y el hombre se encuentran; y la Iglesia, su cuerpo, continúa edificándose en el corazón de los hombres.”
📌 Reflexión final para hoy:
San Félix IV nos enseña que la fidelidad al Evangelio no solo se expresa en resistir la herejía, sino también en transformar el mundo con signos visibles de fe: una basílica levantada sobre ruinas paganas, una doctrina inmutable proclamada en tiempos inciertos, una Iglesia que se eleva donde el imperio ha caído.