Hoy cerramos este bloque mariano con un dogma lleno de esperanza: la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo.
Proclamado solemnemente por el Papa Pío XII en 1950 con la constitución apostólica Munificentissimus Deus, enseña que María, al terminar su vida terrena, fue llevada a la gloria celestial en cuerpo y alma.
La Asunción no es un premio aislado, sino una señal para toda la Iglesia: donde está María, estaremos también nosotros si permanecemos en Cristo.
Aunque la Asunción no se describe explícitamente en la Escritura, está profundamente enraizada en la revelación:
📖 Apocalipsis 12,1:
“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.
La mujer gloriosa es interpretada tanto como imagen de la Iglesia como de María, elevada ya a la gloria.
📖 Salmo 132,8:
“Levántate, Señor, ven a tu descanso, tú y el arca de tu poder”.
Los Padres vieron en María el verdadero Arca de la Alianza, llevada al cielo por Dios.
📖 1 Corintios 15,22-23:
“Así como en Adán todos mueren, en Cristo todos volverán a la vida, pero cada cual en su orden: Cristo como primicia, después los que son de Cristo en su venida”.
María, la primera y más perfecta discípula, participa anticipadamente de la resurrección prometida a todos.
La fe en la Asunción aparece en la tradición más antigua de la Iglesia:
“Proclamamos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
“La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”.
“La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y exaltada por el Señor como Reina del universo”.
La Asunción enseña que:
La Asunción de María no es solo un privilegio personal, sino un signo de lo que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros.
👉 Al contemplar a María gloriosa en el cielo, recordamos que nuestro destino no es la tumba, sino la vida eterna en cuerpo y alma con Cristo.
📌 Cierre para el oyente:
“Cuando mires al cielo, piensa que allí está una de los nuestros, María, ya en cuerpo y alma. Donde ella ha llegado, nosotros estamos llamados a llegar. Vive con esperanza, trabaja con fe, y camina con los ojos puestos en la meta eterna”.